Fuente: Agencia de noticias UN.

El humedal Gualí-Tres esquinas (en Funza), es uno de los más poblados por el cucarachero de pantano. Sin embargo, los cambios en el uso del suelo y los vertimientos no son compatibles con los fines de conservación. Foto cortesía Loreta RosselliBogotá D. C., mar. 11 de 2013 – Agencia de Noticias UN- Los humedales del altiplano cundiboyacense han perdido el 97% de su área original. Factores ambientales y la falta de agilidad para tramitar su protección tienen a estos lugares al borde del colapso.

Según el zoólogo danés Jon Fjeldsa, aunque la Sabana de Bogotá es “el centro más importante de evolución de aves acuáticas de altura en el norte de Suramérica”, con una proporción alta de especies endémicas (propias del lugar), sus humedales son los ecosistemas más amenazados de Colombia.

Es una paradoja que el país más biodiverso en avifauna (después de Perú y Brasil –como lo señala la Fundación Proaves–, con 1.898 especies, 54 de ellas amenazadas) tenga en tal grado de deterioro los espacios que podrían hacer la diferencia para su conservación.

El zambullidor andino (Podiceps andinus), propio del altiplano cundiboyacense, ya no tendrá más oportunidades, pues es la primera especie de avifauna extinta en Colombia. Este mismo destino podría estar muy cerca para el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari).

Esta situación llevó a la investigadora Loreta Rosselli Sanmartín a abordar la problemática en su tesis doctoral en Ciencias (línea de Biología) de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, con miras a encontrar los factores mínimos necesarios para que persistan ciertas especies; en particular, para 7 de las 132 registradas en los humedales de la Sabana de Bogotá.

Amenazas latentes

A partir de la observación de 19 humedales, la bióloga pudo determinar algunos de los factores relacionados con la abundancia o disminución de individuos: las características locales del hábitat y el paisaje (matriz urbana y rural); el área, la densidad y la forma de los humedales; los tipos de vegetación; las fluctuaciones y calidad del agua; los dragados; la contaminación; y la presencia de aves parásitas, perros y ratas.

Todas las especies tienen costumbres diferentes. Mientras que algunas no toleran que el humedal esté embebido en la ciudad y rodeado de cemento, otras logran acoplarse a esta realidad. Por otra parte, algunas prefieren mucha vegetación y otras, los espejos de agua.

Al respecto, el profesor de la UN Gary Stiles, director del trabajo, dice que es necesario “mantener espejos de agua (limpia), áreas de vegetación y tapetes flotantes donde puedan alimentarse”. No hacerlo puede llevar a situaciones como la del humedal de La Florida, donde colapsaron poblaciones grandes de algunas aves.

El profesor Stiles indica que “los perros son responsables directos de exterminación de aves”. Rosselli ha visto “jaurías completas persiguiéndolas”, y añade que “se han encontrado aves muertas por los perros o nidos afectados”. Sin el descuido de los dueños, no se presentarían tantos estragos.

Se suma la contaminación por basuras, acompañada de la presencia de ratas –que se ven nadando permanentemente en los humedales, incluso en los más cuidados–, las cuales son “depredadoras tremendas de pichones y huevos”.

Otro riesgo es la muerte de aves acuáticas por tratar de cruzar las calles (especialmente de noche, dado que las luces las desorientan), así como las prácticas de cacería que todavía existen.

A un “golpe de gracia”

La mayoría de las especies estudiadas están amenazadas por la pérdida de hábitat, pero el caso del cucarachero de pantano incluye otros riesgos. Sus características biológicas lo hacen muy sensible: además de ser territoriales y fieles al sitio –“es posible ver a la misma pareja en el mismo pedazo de junco durante años”–, son muy poco móviles; aparentemente, si se les acaba su humedal no son capaces de irse a uno nuevo.

Como si fuera poco, están siendo atacados por el parasitismo del chamón (Molothrus bonariensis), una especie que pone sus huevos en los nidos de pájaros más pequeños. “Sus pichones compiten; y, al ser más grandes y ruidosos, generalmente eliminan a los pichones de la especie hospedera por inanición”, dice el profesor Stiles.

Hay tan pocos individuos de algunas especies que, como señala Rosselli, el chamón podría ser el responsable de dar el “golpe de gracia” final al cucarachero de pantano: “con una sola hembra de chamón ya es suficiente para afectar a todos los cucaracheros remanentes en un humedal y con unas pocas, a todos los de la sabana”.

Así, la única luz de esperanza que queda son las subespecies que aún persisten en el páramo. Pero estas son diferentes y, de todos modos, se perdería su diversidad genética.

Aunque tiene implicaciones éticas, el control del chamón se podría hacer de la mano de los floricultores, pues nubes grandes de estas aves frecuentan los cultivos debido a que allí encuentran cascarilla de arroz, de la cual se alimentan.

Una red como solución

El estado de amenaza amerita acciones concretas, urgentes y un esfuerzo conjunto. Por ello, Rosselli y Stiles pusieron el estudio en conocimiento de la Secretaría Distrital de Ambiente, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, sin que hasta la fecha hayan obtenido respuesta.

Su propuesta es incorporar en una red a todos los humedales de la Sabana de Bogotá, como parte de la Convención de Ramsar (Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas), de tal modo que se pueda promover su protección a nivel internacional.

La estrategia para recuperar los humedales y evitar la extinción de más aves está sobre la mesa. Sería muy decepcionante que la burocracia les dé la estocada final a estas especies y a sus hábitats.

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