Fuente: Agencia de noticias UN.
Bogotá D. C., abr. 09 de 2013 – Agencia de Noticias UN- La acidificación de los océanos, causada por el aumento del dióxido de carbono en la atmósfera, muestra cambios acelerados y sin precedentes.
La extinción de especies que fabrican sus conchas o esqueletos con carbonato de calcio es una de las consecuencias que ya se observan. Colombia no es la excepción.
A pesar de tener el 47% de sus territorios en el mar, el país ha vivido a espaldas de los océanos. Este hecho se refleja en la baja calificación (52 puntos) que obtuvo en el Índice de Salud de los Océanos (OHI, por sus siglas en inglés).
A esta situación se suma el “aumento del dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, lo que reduce el pH de los océanos (los hace más ácidos) y causa cambios en la química de los carbonatos en el agua de mar”, explica Andrea Devis Morales, doctora en Oceanografía, investigadora del grupo de Oceanografía e Ingeniería Costera Oceánicos y profesora de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín (véase infografía).
Mientras que la revista Biogeoscience reporta que “las aguas de los mares y océanos han absorbido cerca del 25% del CO2 emitido por el hombre”, la experta afirma que en los últimos 250 años los niveles de este gas de efecto invernadero han aumentando a nivel global cerca de un 40%.
Este es un rápido crecimiento, causado por la quema de combustibles fósiles y la deforestación, y es mayor que cualquiera de los observados durante los últimos millones de años. Según datos del Ideam, Colombia aporta cerca del 0,2% de ese total.
Para calcular la acidificación de los mares se requieren mediciones de pH de la presión parcial del CO2 atmosférico y oceánico; de los carbonos inorgánicos disueltos (suma de todos los carbonatos, bicarbonatos y CO2 disueltos en el agua de mar); y de la alcalinidad total.
Especies en peligro
Los posibles impactos son preocupantes. La profesora Devis asegura que se pueden presentar grandes daños en la biota o vegetación marina, dado que la acidez se vuelve corrosiva para algunos organismos calcáreos. Entre otros efectos, “provoca la destrucción de los corales (se diluyen), y algunas especies de fitoplancton, zooplancton e invertebrados mueren porque no pueden fijar el carbonato de calcio que necesitan para formar sus conchas y esqueletos”.
Además de afectar todo el sistema trófico marino (cadena alimenticia) así como la fisiología y reproducción de algunos de estos organismos, puede repercutir en la biodiversidad, la pesca y la seguridad alimentaria de ese 40% de habitantes del planeta que dependen de la explotación de recursos provenientes del mar. Estos sistemas naturales (arrecifes de corales) concentran el 25% de la biodiversidad, pese a que ocupan únicamente el 1% del área marina del planeta.
Un caso reciente, publicado en la revista Nature (2011), tuvo lugar en los arrecifes de coral de Papúa Nueva Guinea. Allí, el pH del mar bajó a 7,8, con lo cual los corales disminuyeron hasta en un 40% (el pH del océano debe ser de 8,2 en promedio). De hecho, para finales de este siglo, se proyecta una extinción masiva de estos animales, así como de las criaturas marinas que no consigan soportar la acidificación.
Según el profesor Luis Fernando Cadavid, del Instituto de Genética de la UN en Bogotá, las actividades humanas amenazan directamente entre el 58% y el 70% de los arrecifes del mundo, y en el mar Caribe más del 80% de los organismos vivos asociados a estos han desaparecido en los últimos treinta años. Precisamente, en las Islas del Rosario (Cartagena de Indias), ya se ha perdido alrededor del 70% del coral cuerno de alce (Acropora palmata).
El biólogo israelí Nuphar Charuvi presentó en el Instituto de Ciencias Naturales de la UN una alternativa, denominada “guarderías de corales”, que podría ayudar a repoblarlos. Se trata de “jardines colgantes” en los que se propagan nuevas colonias a partir de fragmentos de coral desprendidos del arrecife.
Acciones de la UN
Si bien el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible anunció hace poco una Agenda Azul, al reconocer su descuido de los océanos, las medidas que deben tomarse se basan en la reducción significativa e inmediata de las emisiones de CO2.
Cuando Colombia firmó el Protocolo de Kyoto, no se comprometió con ninguna solución concreta al respecto, pero ahora es necesario actuar. En el panorama se ven alternativas de mitigación, como el uso de energías renovables, los sistemas integrados de transporte y la reforestación.
En la UN, el Grupo Oceánicos –dirigido por el profesor Andrés Fernando Osorio– trabaja para ofrecer alternativas ante el cambio climático. Entre otras posibilidades, desarrolla un estudio para calcular el potencial energético de los océanos, a fin de contar con una opción viable de generación de electricidad a partir del oleaje, las diferencias de temperaturas, la salinidad y las mareas.
El profesor Osorio también revela que trabajan en la construcción de un vehículo sumergible robotizado (ROV) y controlable desde la superficie que podrá tomar muestras del océano y explorar diferentes riquezas en las aguas del Pacífico y el Caribe colombianos.
Se trata de un proyecto conjunto entre investigadores de la UN en Medellín y de la Universidad Pontificia Bolivariana que se desarrolla para Ecopetrol, con recursos de esta misma entidad y de Colciencias.
Lea el artículo completo en UN Periódico n.º 163: http://www.unperiodico.unal.edu.co/dper/article/aumento-de-cosub2sub-acelera-la-degradacion-del-mar.html.