Fuente: Revista Dinero.
paisllevan1_. El debate no es sobre las bondades de las inversión extranjera. Se trata de establecer si la IED puede ser más rentable para el país.

Las empresas multinacionales están obteniendo grandes dividendos en Colombia. El año pasado fueron US$15.888 millones. Pero no todo es color de rosa.

El boom de inversión extranjera directa (IED) en Colombia también tiene su lado oscuro. El más reciente informe de balanza de pagos del Banco de la República enciende las alertas sobre un tema al que hay que empezar a echarle lápiz para evitar sorpresas desagradables en el futuro

Según las cifras oficiales, 2012 fue un año récord en materia externa: la IED se ubicó por encima de los US$15.800 millones; las exportaciones crecieron a un ritmo importante y se ubicaron alrededor de los US$66.000 millones.

La sorpresa es que, a pesar de ello, el déficit en cuenta corriente marcó otro hito histórico: US$11.415 millones, el más alto de este siglo. ¿Qué significa esto? Que Colombia le pagó al mundo más de lo que el mundo le pagó a Colombia. Según el más reciente informe del Banco de la República al Congreso, esto “significa mantener un exceso de gasto sobre el ingreso de la economía”. Esa no es una situación ideal para ningún país.

Aunque las importaciones vienen creciendo y representan un gasto considerable de la economía nacional, la sorpresa es que otra parte de este desbalance en ‘cuenta corriente’ se explica por el valor astronómico de las utilidades de la inversión directa internacional en Colombia. La IED produjo el año pasado rendimientos por US$15.888 millones, la más alta que se recuerde.

Poco a poco, el país empieza a pagar los costos del boom de inversión internacional del que ha gozado en los últimos años. Aquí es donde la polémica debe abrirse, pues las consideraciones son de hondo calado. Ya empezamos a evidenciar que “ningún almuerzo resulta gratis”.

Las implicaciones macro de un persistente déficit en cuenta corriente son preocupantes. El propio Banco de la República, en su más reciente informe al Congreso, alertó que el déficit corriente “observado en los últimos años, así como la proyección para el año 2013, es más amplio que algunas estimaciones de su tendencia de largo plazo, las cuales se sitúan alrededor de 2% del PIB”. Algo está pasando.

Lo más evidente es que el país está importando mucho y para ello debe fortalecer su sector exportador y la industria local. El Gobierno acaba de anunciar un paquete de medidas para reactivar la industria y defenderla de la revaluación.

Lo que no parece tan obvio ni políticamente correcto es que el aumento en la IED se está convirtiendo en una de las principales erogaciones externas de Colombia. Esto es más grave al considerar que nuestra economía no está recibiendo todavía muchas utilidades de sus inversiones en otros países. A pesar de la gran apuesta de los grandes grupos nacionales por tomarse otros mercados, las utilidades de empresas colombianas en el exterior apenas llegaron el año pasado a US$2.642 millones.

Por eso, vale la pena preguntarse si a Colombia le está saliendo excesivamente ‘cara’ la inversión extranjera. De acuerdo con el Emisor, la economía tiene un stock de inversión directa internacional de casi US$112.000 millones. Si se calcula un rendimiento en función de las utilidades (US$15.888 millones), la tasa implícita anual es de 14,2%.

Eulalia Sanín, socia de Prospecta –firma especializada en temas de comercio exterior e IED–, asegura que esa tasa es más que generosa en términos internacionales, pues hay un contexto de crisis en las potencias.

Aquí es donde hay que hacer bien las cuentas: la inversión extranjera impulsa la producción, pero también es un pasivo que el país está adquiriendo con el mundo y cuyo pago son las utilidades. Por eso los países terminan gravando el giro de esos rendimientos. En Colombia, por el contrario, se eliminó el impuesto al giro de utilidades y eso aumentó el margen para la inversión directa en Colombia.

El estudio Minería en Colombia: Fundamentos para superar el modelo extractivista, que dirigió el economista Luis Jorge Garay para la Contraloría General y que será divulgado en las próximas semanas, resulta revelador en este frente.

En el documento está incluido un artículo elaborado por el economista Guillermo Rudas sobre la Participación del Estado y de la sociedad en la renta minera. Las conclusiones son contundentes: Colombia tiene uno de los government take más bajos de la región. Por US$1 de valor agregado de la minería y los hidrocarburos, el Estado colombiano apenas obtiene 16 centavos, mientras en Chile llega a 22 centavos, en México a 77 centavos y en Ecuador a 89 centavos. Es obvio que Colombia resulta hoy un lugar en donde los inversionistas encuentran rendimientos muy interesantes.

Obviamente hay defensores de estas gabelas para las firmas. El presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo (ACP), Alejandro Martínez, señaló que “todas las iniciativas para gravar con mayores impuestos la industria petrolera y minera tienen que ser analizadas con lupa. Es mejor que la regulación actual se mantenga como está, porque si aumentan las cargas y gravámenes, los inversionistas pensarán en irse a otras economías como la de Perú, que está ofreciendo mejores condiciones”.

La discusión va a ser candente en el Congreso, donde hay varios proyectos que buscan aumentar las regalías y gravar la actividad minera y petrolera con otros impuestos.

Sin embargo, hay que ir con precisión de cirujano porque el propósito no puede ser “cerrarle las puertas a la inversión extranjera”, que le ha traído grandes beneficios al país. El debate es sobre si se necesita reacomodar las cargas, no sobre cómo matar la gallina de los huevos de oro. La discusión queda abierta.

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