Fuente: El Tiempo.
Corales de Profundidad será nueva área marina protegida en el Caribe. Cuidará cadenas de arrecifes.
Este parque no se podrá ver. Tampoco lo podremos visitar; ni caminar, ni bucear. Pero estará ahí, a más de 100 metros de profundidad, en pleno mar Caribe y resguardando porciones de coral invaluables. Desde el próximo 24 de mayo, según fecha programada por el Ministerio de Medio Ambiente, será el parque nacional natural número 57 del país, y también se ubicará como una novedosa área marina protegida.
Será bautizado como Corales de Profundidad y blindará porciones de arrecifes que, como su nombre lo indica, se adaptaron a vivir en lugares a donde no llegan sino los submarinos y muy lejos del turismo y del tránsito de los agresivos barcos mercantes. Su ubicación también es tan estratégica como su forma de vida: está frente al golfo de Morrosquillo y del archipiélago de San Bernardo, en Sucre, y a 32 kilómetros aproximadamente del punto más cercano en el continente, la península de Barú (Bolívar).
No será la primera área marina submarina protegida, porque ya existe una cerca de Cartagena: Corales del Rosario, donde están las famosas islas del mismo nombre. Pero sí es la primera que será inaccesible y que aislará de la explotación petrolera a una porción de mar que está incluido dentro de la lista de ecosistemas ‘hotspots’, un calificativo que define a aquellos sitios del mundo que se destacan por tener más biodiversidad que el promedio, pero que a la vez están amenazados por el hombre.
En este caso, Corales de Profundidad aísla 142.000 hectáreas de aquellos proyectos de extracción de petróleo planeados en sus alrededores, y que están considerados como la segunda amenaza en importancia a nivel mundial para la conservación de las comunidades coralinas.
Esto por la contaminación y la destrucción que ocasiona la instalación de estructuras como tubos, grúas y plataformas. Precisamente, el impulso de la ‘locomotora minera’ y por otro lado la posibilidad de conservar así fuera una porción de esta comunidad de especies marinas, se convirtió en un choque de trenes, protagonizado por los ministerios de Ambiente y de Minas y Energía, que duró más de un año, y que terminó por encontrar una solución salomónica: se declarará el área marina protegida, pero se mantendrán esos proyectos para extraer el crudo desde bloques vecinos.
De todas maneras, la comunidad científica y ambiental está celebrando la declaratoria, porque los argumentos ecológicos lograron, al menos, un triunfo parcial en medio del auge minero, como lo explica el capitán Francisco Arias, director del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), uno de los máximos impulsores de esta decisión y que se consolidó como parte del diseño e implementación de un futuro Subsistema de Áreas Marinas Protegidas, que se encargue de administrar las zonas marinas preservadas.
Arias explica que estas formaciones de corales de profundidad, que hasta el comienzo de esta iniciativa no estaban incluidas bajo ningún esquema de protección dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, y eran desconocidas para la mayoría, poseen aproximadamente el 40 por ciento de la biodiversidad del borde de la plataforma continental del Caribe colombiano.
Según el Invemar, se han registrado 19 especies de corales escleractíneos, es decir, duros, que son a su vez como la columna vertebral o la base de la construcción de las cadenas de arrecifes coralinos colombianos. Hay 115 especies de invertebrados y peces, y 38 de equinodermos como erizos o estrellas de mar. También langostas y tres especies de camarón, denominados rojo gigante, rosado y rojo real.
“Esta cualidad hace de esta comunidad coralina un tipo de hábitat ‘raro’ en la región y el mundo, lo cual le confiere un mayor valor en términos de prioridad para la conservación”, explicó Juan Manuel Díaz, subdirector científico de la fundación Marviva. Estas especies de corales de profundidad eran usuales en el mar del Norte y otras regiones frías, “pero ahora sabemos que también subsisten en el trópico”, concluyó Arias, quien informó que una vez se afine la investigación en este lugar, muy seguramente se podrán encontrar organismos hasta ahora desconocidos y tal vez inéditos en el planeta (endemismos).
Pero las razones para la conservación tienen otro componente que va más allá de su valor científico y biológico. Un crucero de investigación denominado Marcoral, que recorrió el área, determinó que en la zona de Corales de Profundidad la abundancia y diversidad de invertebrados y peces fue significativamente mayor.
Esto indica que la conservación de un lugar tan rico puede garantizar la sostenibilidad pesquera en la zona. También ofrece potencial para la extracción de productos farmacéuticos y cosmetológicos, como se ha demostrado con ciertas especies de esponjas y corales blandos que viven en estos lugares extremos y en mares de otros países como Estados Unidos.
Pero a pesar de esta declaratoria, la zona no quedará exenta de riesgos. El reto para las autoridades será la vigilancia que se necesitará en toda la zona del parque, para que al menos quede liberada de una práctica infame que está acabando con los bancos de peces en el mundo: la pesca de arrastre (que usa grandes mallas que remolcan sin control parte del fondo marino), unida a la sobrepesca.
La primera ha sido identificada a nivel mundial como la principal amenaza y causa de destrucción de ecosistemas marinos de profundidad.
Por ejemplo, en Alaska, se estimó hace 10 años que esa práctica destruía al año más de un millón de toneladas de corales y esponjas del fondo marino, según el National Marine Fisheries Service (NMFS), de Estados Unidos. Y la pesca en exceso, ha reducido en un 41 por ciento las capturas de pesca industrial en el Caribe colombiano, especialmente de pargos. Hay una tasa de explotación de las reservas que supera la capacidad de ellas para recuperarse. Frente a este panorama, Corales de Profundidad será una buena excusa para que al menos esas agresiones no se concreten en una buena parte del mar colombiano sobre el Atlántico.
Una porción del océano que no podremos ver a simple vista, como ocurre con las playas del Tayrona o las lagunas de Chingaza. Tendremos que recurrir a fotos y a otras imágenes captadas con sistemas de navegación de última tecnología o sumergibles, para apreciar estos corales extraordinarios, que han decidido vivir lejos, muy hondo, como en una estrategia para esconderse del abuso humano. Pero al menos sabremos que están allí, resguardados, para que la vida marina siga su curso.
Petróleo, una amenaza patente
Corales de Profundidad colindará con dos bloques de exploración de crudo: Fuerte Norte y Fuerte Sur, asignados a Ecopetrol por la Agencia Nacional de Hidrocarburos. También lo atraviesa un cable de fibra óptica, que nace en Tolú, del Ministerio de las Tecnologías de la Información.
‘La investigación será prioritaria para estos corales únicos’
Julia Miranda, directora de la oficina de Parques Nacionales Naturales, dice que con la declaratoria de Corales de Profundidad el país está dando un buen paso para cumplir las metas que impone el Convenio de Diversidad Biológica, de la ONU, para que los países resguarden el 10 por ciento de sus áreas marinas. Hoy, Colombia cuida menos del 2 por ciento de sus mares.
¿Cuál será el énfasis que tendrá esta área marina protegida, vetada para el turismo?
Será un sitio para desarrollar la investigación. Tal vez ahora resulta costoso y difícil liderar estudios allí, pero como estamos conservando a perpetuidad, seguramente más adelante el país contará con la tecnología para hacerlo. Sabemos poco de los corales de profundidad, son ecosistemas únicos, que no se ven en muchos lugares y merecen ser investigados.
¿Cómo analiza el hecho de que el parque va a estar rodeado por bloques petroleros que seguramente serán explotados? Habrá un peligro frecuente de contaminación…
Esperamos que estas supuestas amenazas se conviertan en una oportunidad, porque las licencias ambientales que tendrán que tener las empresas para explotar estos bloques deberán incluir contribuciones al cuidado del área marina protegida. Las empresas tendrán que respetar el polígono del parque y eso será verificable.
Crear más parques, aun en medio de un Sistema Nacional de Áreas Protegidas que tiene un déficit que supera los $160.000 millones y que le impide atender y vigilar los que ya existen, ¿por qué?
No podemos esperar a tener el dinero suficiente para resguardar zonas de importancia. Es necesario crearlas, así los recursos para perfeccionar su vigilancia lleguen más tarde. Este es un problema mundial. Si nos esperamos a tener todos los recursos necesarios, es muy probable que cuando ese momento ideal aparezca ya no tengamos ecosistemas qué cuidar.
JAVIER SILVA HERRERA
Redacción Vida de Hoy