Fuente: Agencia de Noticias de la Universidad Nacional de Colombia.
Bogotá D. C., sep. 12 de 2012 – Agencia de Noticias UN- Un investigador desarrolló una metodología más precisa para estimar el valor real de los bonos de carbono. Esta evidencia los errores de las fórmulas utilizadas hasta el momento.
Con este gran avance, no solo se capturó la variabilidad de los tipos de vegetación de diferentes zonas del país, sino que se calculó el verdadero valor económico necesario para ajustar las negociaciones estos bonos en el mercado del carbono (incentivos económicos por el cuidado del medioambiente).
“La investigación se hizo por cuatro años y definió que los árboles son demasiado heterogéneos para tratarlos con unas pocas fórmulas matemáticas. Son tan complejos que necesitan múltiples fórmulas para capturar su heterogeneidad”, cuenta Henry Arellano, biólogo con doctorado de la UN.
Para el investigador, este nivel de precisión en el trópico permite proteger mejor las zonas de conservación y da un valor agregado a la biodiversidad y a las poblaciones locales.
Toda la investigación se traduce en bonos de carbono que van a ir al mercado bursátil (bolsa de valores). Así, un proyecto de deforestación evitada puede costar en la bolsa alrededor de un 67% más de lo que actualmente vale.
“Con la nueva metodología, los valores estimados para la vegetación natural estudiada, según el promedio de los bonos de carbono para el año 2010, fueron de 6.202.999.238 millones de dólares al año, mientras que, con la actual, resulta ser de 2.054.553.383 millones. Esto supone grandes ganancias económicas y ambientales que van a despertar mayor interés en desarrollar proyectos de este tipo”, precisa.
Nueva metodología
Al comenzar su investigación, en las zonas de Acandí y el suroccidente del Caribe colombiano, Arellano reconoció diferentes errores investigativos en cuanto a las mediciones de carbono que utilizaban fórmulas alométricas.
“Era imposible que en sitios tan variados de Colombia, con vegetación tan diversa, los datos se comportaran tan linealmente luego de las transformaciones del caso. Por eso, yo los modelé tridimensionalmente, capturé información de la variedad de formas de los árboles y descubrí errores desde un 36% hasta un 95%”, asegura.
Esto significa que los arboles son tan diversos que una fórmula no es suficiente. La metodología tradicional estaba errada y Arellano logró hallar, a través de toma de muestras, análisis de laboratorio y modelación matemática, resultados diferentes a los que sugería el Panel Intergubernamental de Cambio Climático.
“La estimación del carbono tradicionalmente se hace dividendo entre dos los resultados de la estimación de la biomasa hallada a través de formulas que incorporan los datos de la medición de la cintura del árbol (con metro), la altura (con láser, clinómetro o estimado) y la densidad de la madera del árbol. En las muestras hallamos valores de carbono de entre el 41,11% y el 49,99%, muy variables y diferentes a lo que se creía”, afirma.
Recuperación, un valor agregado
En las zonas donde se desarrolló el trabajo está ubicada una reserva de bosques naturales nativos. Y, según el profesor Orlando Rangel, director de la investigación, los resultados podrían lograr que las autoridades locales, en conversaciones con la compañía de Cerro Matoso, destinen mayor capital económico para comprar algunos de estos terrenos y destinarlos a la conservación.
“De allí saldrá todo el germoplasma para los programas de restitución y restauración de tierras. Y, cuando se termine la explotación de Cerro Matoso, su recuperación será muy costosa. Esta investigación no solo determina el valor agregado de los bosques, sino que ayuda a estimar el costo de conservar”, explica.
Asimismo, advierte que, cuando sean una política de Estado, los bonos de carbono se convertirán en una motivación para incluir a la población en programas comunitarios.
Finalmente, señala que los hallazgos cuentan qué podrá pasar en veinte o treinta años si la política actual continúa apoyando la transformación de reservas causada por su explotación.
“Tenemos que mirar cómo recuperar esas áreas bastante degradadas por la ganadería y la agricultura. Es necesario que las comunidades se asocien para ejecutar programas de recuperación de tierras”, puntualiza.