Fuente: Censat Agua Viva.
Agua, territorio y tierra para quienes no queremos guerra
Octubre 27, 28 y 29 de 2017
Lebrija, Santander
En los últimos años se han acentuado los conflictos generados por el control de los territorios y sus bienes comunes. El último estudio sobre conflictos socioambientales del Instituto CINARA* reconoce 115 conflictos que involucran “más de 12,5 millones de personas afectadas real o potencialmente, lo cual equivale a cerca del 27% de la población colombiana”, datos que por alarmantes que puedan sonar no son exhaustivos. No sería exagerado afirmar que la naturaleza se ha ido perfilando a la vez como escenario y botín de guerra, entendiendo la misma desde una perspectiva amplia que nos reduce a enfrentamientos armados,
Si concebimos, retomando a Foucault, que “la política es la guerra continuada por otros medios”, es posible reconocer sustantivamente esta continuidad en las políticas de opresión y colonialidad impuestas a los pueblos y la naturaleza que, tras la dejación de armas de las FARC – EP y la eventual negociación con el ELN, encontrarían un escenario más amable para expandirse.
Juan Carlos Echeverry, ex-presidente de Ecopetrol, lo expresa así, “La paz nos va a permitir sacar más petróleo de zonas vedadas por el conflicto” (El Espectador:2016). Ésta es apenas una de las declaraciones dispersas pero cohesionadas que dan cuenta de las disputas que se perfilan en torno a la cuestión ambiental, donde valoraciones contrapuestas de la naturaleza y de la paz intensifican un campo de conflictividad enmarcado en el uso diferenciado -y muchas veces antagónico- de los territorios por parte de distintos actores.
La paz, asumida y promovida por agentes corporativos, podría convertirse en una fuente de violencias que propicie nuevas modalidades de despojo. El anhelado fin del conflicto armado con las FARC-EP y los escenarios de negociación e implementación como esperanza para una construcción colectiva y en libertad de los territorios han ido mutando a una amenaza, en una paz neoliberal que busca perpetuar dinámicas de despojo para la acumulación de capital. Se ha convertido en una garantía para ampliar e imponer el extractivismo como razón de Estado.
En ese sentido la biodiversidad, las semillas, las aguas y en general las fuerzas ordenadoras de los territorios como ciénagas, páramos, océanos, ríos u otras que dan cuenta de la inmensa diversidad de Colombia, son resignificadas de forma utilititarista y exotizada en un modelo avasallador de la vida. Con más fuerza se siente la contradicción capital-vida, pues el papel de esta última es reducido al sostenimiento de un metabolismo social globalizado insustentable.
Las medios y modos de vida para la producción y reproducción comunitaria de la vida tanto en los campos como en las ciudades se ven amenazados al peligrar las aguas que son y han sido su eje articulador. En otras palabras, la privatización de las aguas es un crimen contra la creación común de formas de habitar los territorios rurales y urbanos que atenta contra los ejercicios de paz que han adelantado los pueblos desde el manejo comunitario de sus espacios de vida y la defensa de sus aguas.
En el horizonte político de los movimientos sociales y populares se ubica el gran desafío de disputar los alcances e implicaciones territoriales de los acuerdos de paz, pero también el sentido mismo de la paz. El reto inmediato es evitar, desde los avances en la construcción de un sujeto político colectivo y popular de las aguas, que éstas sigan siendo convertidas en otro factor que profundice injusticias sociales, económicas y ambientales, a largo plazo es rescatar la esperanza haciendo de nuevo posible el futuro para todas las formas de vida. Esto entraña un urgente llamado a escuchar los reclamos de movimientos ambientalistas y por la defensa de los territorios para repensar las relaciones con las aguas y con la naturaleza.
Así pues,este encuentro tiene como finalidad construir elementos de debate que partan de la diversidad de las luchas y su confluencia en la necesidad de reconocer y articular apuestas territoriales de paz y de identificar las oportunidades y amenazas que representa para las aguas el escenario de posacuerdo, así como integrar elementos de discusión para repensar las relaciones entre el campo y la ciudad, concibiendo la paz como justicia social, económica y ambiental.
Durante esos días pretendemos avanzar en la elaboración de referentes conjuntos para comprender y enfrentar las formas múltiples de violencia consustanciales a la usurpación de aguas. Buscando la construcción de pensamiento colectivo desde elementos que aporten a debates en dos sentidos, el primero, el panorama de los pueblos y de la naturaleza tras la implementación de los acuerdos FARC-EP-Gobierno y la negociación con el ELN, el segundo, la posibilidad de reconciliarnos como sociedad con la naturaleza.
*Instituto de investigación y desarrollo en abastecimiento de agua, saneamiento ambiental y conservación del recurso hídrico