Fuente: Agencia de Noticias de la Universidad Nacional de Colombia.

Manizales, ene. 29 de 2013 – Agencia de Noticias UN- La acción del hombre como agente contaminador ha convertido el agua en foco de enfermedades y tragedias. Se culpa de ello a la naturaleza, sin que el ser humano asuma la responsabilidad que le compete.

La humanidad siempre ha buscado desarrollar sus poblados al lado de un cuerpo de agua o en su área de influencia, ya que este líquido vital es indispensable para llevar a cabo las actividades prioritarias de una sociedad, como la alimentación y las acciones de salubridad.

En el contexto de Latinoamérica, las cuencas hidrográficas han articulado los territorios, es decir, la ciudad crece en torno, al lado o paralela a las cuencas, y muchas veces estas se convierten en el centro de la población –como sucede en Medellín– y, a partir de allí, se articula todo su eje vial y de servicios públicos.

Sin embargo, aun conociendo la importancia del agua para la existencia  del hombre, hay una absurda inconciencia de su parte frente al cuidado y el respeto que se le debe a este recurso natural.

“Se ha cambiado la percepción de las fuentes de agua como benefactoras o fuentes de vida porque sencillamente tomamos este líquido de un grifo que lo ha transportado desde otro sitio más lejano. Como este es un proceso que pasa desapercibido a los ojos de muchos, olvidamos que proviene de aquel río que nos rodea, se desdibuja su importancia y ese cuerpo de agua que era el benefactor se convierte en foco de mosquitos y contaminación; también puede ser el sitio de consumo de drogas o donde se esconden los delincuentes, entre otros”, indicó Williams Jiménez García, estudiante de la Maestría en Hábitat de la Sede Manizales.

En Colombia, al igual que en Latinoamérica, las cuencas se han vuelto las cloacas o los alcantarillados de las ciudades, lo que ha generando una serie de problemáticas para la cotidianidad de quienes viven en las riberas, así como un imaginario de peligro para los demás habitantes de la ciudad.

“Dicho cambio de percepción sobre las cuencas ha contribuido a modificar el trato que las personas les dan, pues se ven como botaderos de basura. Esto justifica que no haya una intervención estatal seria y coherente para descontaminarlas, o que se valgan del argumento de que es un trabajo que cuesta mucho dinero y quedaría desperdiciado porque se volverían a contaminar”, expresó el investigador.

El uso inadecuado que el hombre hace del agua genera una reacción de la naturaleza que se traduce en el fenómeno conocido como impacto ambiental. Este concepto no es más que las consecuencias materializadas en desastres y tragedias que, por lo general, él mismo ha provocado y es su responsable, ya que afecta socioeconómicamente a una población.

“Esto acarrea problemas en todas las ciudades. En las zonas costeras se presentan inundaciones y arroyos que cobran vidas y, en las del interior, ocurren fenómenos como inundaciones, deslizamientos y avalanchas, que de manera absurda despiertan el repudio de los  pobladores a esos cuerpos de agua fundamentales para sustentar la vida en las ciudades, pero no cuestionan su responsabilidad en dichas situaciones”, precisó Jiménez García.

Este tema fue presentado por el estudiante en el Congreso de Hábitat Popular e Inclusión Social – Ciudades de la Gente, en el Tercer Encuentro de Hacedores de Ciudades, realizado en Brasil.

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