Por Magdalena Arbelaez@magda_at
El campo colombiano va mal, eso no es un secreto para nadie. La tierra está acumulada en las manos de unos pocos y miles de pequeños productores se reparten lo que sobra.[1] El 45% de la población rural vive bajo índices de pobreza. La falta de oportunidades lleva a los jóvenes a migrar hacia las ciudades, lo cual explica que la edad media en el campo oscile ahora entre los 45 y 54 años. Además, la mitad de los pequeños campesinos no tienen título de propiedad sobre su tierra, lo que favorece conflictos, despojo y reduce los incentivos para invertir en esas tierras sin dueño cierto.
Frente a esta situación, el gobierno ha optado por acelerar el “desarrollo rural” con vistas a hacer de Colombia la dispensa de alimentos del mundo. Lo más urgente es ante todo “modernizar el campo” para mejorar su productividad y hacerlo más competitivo a nivel internacional, lo cual nos permitirá convertirnos en una potencia agropecuaria.
En otras palabras, la idea es industrializar nuestra agricultura: “racionalizar” la producción promoviendo la monocultura extensiva (esos campos enormes en donde se cultiva un solo cereal), mecanizar los procesos (remplazando a los trabajadores agrícolas por tractores), fertilizar la tierra con abonos químicos derivados del petróleo, y luchar contra las plagas con insecticidas. La utilización de semillas genéticamente modificadas que resistan mejor a la sequía o a las plagas también es una práctica cada vez más usada por este tipo de agricultura.
Con este objetivo en mente, fue decretada en 2015 la ley ZIDRES. Las Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social, promueven un modelo de asociación entre grandes empresas agroindustriales y campesinos para llevar a cabo proyectos de desarrollo rural. Estos proyectos serían en zonas alejadas y cuyas condiciones no permitirían una explotación correcta por parte de las familias, haciendo prioritaria la intervención de actores privados. Las empresas traerían inversión (maquinaria, infraestructura, semillas, insumos) y los campesinos arrendarían las tierras, y eventualmente también podrían ser trabajadores en el proyecto.[2]
Las ZIDRES han generado un movimiento de rechazo muy importante por parte de la sociedad civil, y ya ha sido interpuesta una demanda para declarar inconstitucional la ley[3]. Entre los argumentos avanzados están los siguientes: la ley es regresiva porque se le adjudicarían baldíos a privados y no a campesinos victimas de despojo; la ley viola la propiedad privada de los campesinos porque si su tierra se encuentra dentro de una ZIDRES, el campesino se ve obligado a asociarse a la empresa o a cederle su terreno; la ley viola los derechos de los municipios para regular los usos del suelo puesto que la adjudicación de un proyecto depende del gobierno nacional; la ley promueve el acaparamiento de la tierra via la acumulación de baldíos[4] por empresas privadas.
Detrás de las ZIDRES y de la orientación de la política rural actual hay muchas cosas. Primero, una visión idealizada del desarrollo en donde el campo y sus habitantes aparecen como entidades atrasadas, cuyos modos de vida no corresponden al ideal occidental, y que deben ser transformados rápidamente para ser asimilados al resto del mundo. Segundo, una adoración por la maquinaria, por la tecnología y por la racionalización de los recursos naturales. Se considera la tierra como un simple insumo que hace parte de una cadena industrial y cuya explotación debe ser maximizada para generar ganancias, en lugar de verla como un ente vivo, con lógicas propias y más complejas, un ente que nos da la comida y la vida y que debemos usar de forma consciente y respetuosa.
Tercero, el capital agroindustrial internacional, que está atento a la evolución del proceso de paz en Colombia y en amplias discusiones con el gobierno para ayudarlo a orientar la política rural del país en función de sus intereses.[5] Porque lo que pasa en Colombia no está desconectado del fenómeno de acaparamiento de tierras que se ha desplegado a nivel mundial, destruyendo ecosistemas y dejando a los campesinos sin tierra y sin trabajo.[6]
Entonces, ¿nos jodimos? ¿Y si tal vez en vez de copiar lo que no funciona en otros lugares intentáramos encontrar soluciones que se adapten a nuestra realidad y que sí sean soluciones?
Cuando se presenta una encrucijada se pueden tomar varios caminos. Por ahora hemos optado por el camino tradicional. Pero existen caminos alternativos. En lugar de privilegiar la agroindustria se puede privilegiar la agricultura familiar, fortaleciendo los derechos de propiedad de los campesinos sobre la tierra y no despojándolos de ella. En vez de intentar a toda costa industrializar la agricultura podemos optar por promover la agroecología[7]: proponer una ayuda técnica cuyo objetivo no sea vender insumos sino favorecer los conocimientos ancestrales de los campesinos y elaborar soluciones inteligentes con ellos; mejorar la productividad de la tierra con plantas y procesos naturales y no con químicos y petróleo; revalorizar la biodiversidad de nuestros cultivos en vez de caer en la trampa de la monocultura; contribuir a reducir el cambio climático y no a generarlo.
La solución también está en acercar a los campesinos al mercado nacional: rever los acuerdos de libre comercio para proteger los productos agrícolas colombianos, que están en desventaja con respecto a las toneladas de productos subsidiados que vienen de Europa y Estados Unidos.[8]Y fomentar cadenas de comercio justo y de proximidad, creando un verdadero vínculo entre el campo y la ciudad y permitiéndole a los ciudadanos colombianos comprar productos locales, de calidad y directamente de los productores.
Estamos entonces frente a dos futuros. ¿A cuál le vamos a apostar?
[1] Citando el censo agropecuario: el 75,0% del total de unidades de producción tiene menos de 5 hectáreas y ocupa el 2,1% del área censada. Por su parte, el 0,4% de las unidades de producción tiene 500 ha. y más, y ocupa el 76,6% del área censada. http://lasillavacia.com/historia/las-diez-conclusiones-del-censo-que-le-tom-la-foto-al-campo-55820
[2]Aquí está la presentación más detallada que hace el gobierno de las ZIDRES. El uso y abuso de la palabra sostenible es un bonito ejemplo de greenwashing https://www.finagro.com.co/noticias/abec%C3%A9-de-las-zidres
[3] http://www.elespectador.com/noticias/politica/corte-constitucional-revisara-demanda-contra-ley-zidres-articulo-627115
[4] Los baldios son tierras que no le pertenecen a nadie. En Colombia, existe todavía una gran proporción del territorio que es propiedad del Estado.
[5] Uno de los invitados de honor a la ceremonia de lanzamiento de las ZIDRES, fue un gran empresario argentino apodado “Rey de la Soya”. Según la Silla Vacía, la empresa de este señor, Grobocopatel, fue la encargada de hacer una consultoría para establecer un plan de desarrollo sostenible para la Altillanura, que casualmente resulta ser el área donde mejor se podría aplicar el modelo de negocios que ha hecho rico al Rey de la Soya. http://lasillavacia.com/content/la-visita-del-rey-de-la-soya-la-habana
[6] Por ejemplo, en Camboya se ha otorgado entre el 56 y el 63% de la tierra a empresas privadas. En Liberia, se ha repartido el 30% del territorio en grandes concesiones en tan solo 5 años. http://www.oxfamintermon.org/sites/default/files/documentos/files/nota_intermon_oxfam_acaparamiento_tierras_banco_mundial_1.pdf
[7] La agroecología es definida como “la aplicación de la ciencia ecológica al estudio, el diseño y la gestión de agroecosistemas sostenibles». En 2011, un informe de la ONU hizo un panorama del avance de estas prácticas y declaró que la agroecología representa una alternativa viable frente a la crisis de la alimentación en el mundo y los numerosos inconvenientes de la agricultura industrial. Aquí se puede descargar el informe: http://www.srfood.org/images/stories/pdf/officialreports/20110308_a-hrc-16-49_agroecology_es.pdf
[8] Desde que se implementó el TLC con los Estados Unidos, la balanza comercial del agro colombiano se ha deteriorado gravemente (-300%). https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2015-04-29/la-quiebra-del-agro-en-colombia-por-el-tlc-las