Fuente: UN Periódico
Estudios en tres zonas pesqueras de Colombia –Puerto López (Meta), con el bagre rayado; la represa de Betania (Huila), con el capaz; y Suesca (Cundinamarca), con el pez capitán– hallaron que tanto peces como cuerpos de agua están contaminados con restos de plomo y, en menor medida, con glifosato.
La extracción masiva de petróleo, la minería y otras actividades agroindustriales efectuadas cerca de las cuencas de los ríos se han relacionado con la contaminación de ecosistemas en donde habitan especies que son importantes para la alimentación del hombre.
El bagre, nombre común de una variedad conocida también como pez gato, es uno de los recursos pesqueros más consumidos en el país, situación que ha derivado en una drástica diminución de la especie.
Según un reporte del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), mientras que en 1977 se extraían 15.960 toneladas de bagre rayado, en el año 2008 la cifra bajó drásticamente a 839 toneladas, debido a la sobrepesca y al deterioro ambiental en la cuenca del río
Magdalena.
Preocupante panorama llevó a investigadores de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá a evaluar los marcadores bioquímicos de peces y cuerpos de agua de tres departamentos que se encuentran en riesgo por diversos tipos de contaminación.
Dichos marcadores son sustancias que permiten determinar si existen factores anómalos en algún sistema (en este caso, un organismo o un entorno natural).
En efecto, identificaron sustancias nocivas en aguas cálidas, en donde habitan el bagre rayado y el capaz, así como en frías, en donde se halla el pez capitán. A estos bagres les evaluaron parámetros bioquímicos y hematológicos (de la sangre).
Además, examinaron los lugares exactos de pesca de estas especies en las regiones de Meta, Huila y Cundinamarca. Allí hallaron, en la mayoría de los casos, peces con plomo en la sangre.
Cuando este metal pesado entra en el organismo del animal se elevan sus valores normales de hematocrito (porcentaje de glóbulos rojos) y de proteína plasmática, lo que altera su salud. Tal fenómeno fue más evidente en la especie capaz.
El estudio, financiado por Ecopetrol, fue llevado a cabo por la Facultad de Medicina Veterinaria y de Zootecnia y por los laboratorios de Fisiología de Peces y de Toxicología Acuática de la UN en Bogotá. Estuvo en cabeza de los profesores Miguel Landines y Jaime Fernando González, que contaron con la colaboración de la zootecnista Liliana Rodríguez y el médico veterinario Javier Borbón.
Conocimiento limitado
Estas especies fueron escogidas, según los expertos, porque son las más consumidas en el país, sobre todo el capaz y el bagre rayado. Por su parte, el pez capitán es capturado esporádicamente por algunos pobladores cercanos a las riberas del río Bogotá.
El grupo diseñó una serie de pruebas toxicológicas, fisiológicas y reproductivas, para establecer lo que sucede con estos peces en los puntos de muestreo. Los primeros resultados se obtuvieron del estudio de lo que sucede con los bagres durante las aguas bajas de verano.
“Tomamos variables representativas en puntos específicos de las tres áreas para medir concentraciones de determinadas enzimas (que son las que evidencian los cambios químicos en los organismos de animal) y propiedades físico-químicas: pH, alcalinidad, nitrito y nitrato, entre otras”, puntualizó el profesor González.
Asimismo, se buscaron metales, hidrocarburos y plaguicidas que pudieran estar presentes.
La relevancia del diagnóstico radica en que no existen publicaciones en el país que ofrezcan un dictamen tan amplio sobre esta problemática. Al respecto, Landines señala que “el conocimiento ecobiológico sobre las especies de nuestro país y cuerpos hídricos es limitado”.
Ecosistemas
Según los diversos muestreos, tanto en el agua como en el tejido de los peces se hallaron restos de plaguicidas; por ejemplo, glifosato en el Meta y en el río Bogotá. También se hallaron muestras de hidrocarburos totales de petróleo y de plomo en su sangre.
Después de efectuar los análisis físico-químicos y toxicológicos, se determinó que el 93% de los peces capitán, el 44% de los bagres y el 28% de los capaz tenían rastros de plomo en la sangre.
El profesor González advierte que este metal pesado puede llegar a todos los tejidos del organismo del pez.
Cuando se acumula en sus músculos existe un alto riesgo para quienes consumen su carne, porque el cuerpo humano lo transforma en sulfuro de plomo, que luego se deposita en los huesos y en el sistema nervioso en general. Es un envenenamiento conocido como saturnismo.
“Al pez capitán de la zona de Suesca muchos los consideran extinto. Sin embargo, en la cuenca alta, en donde empieza la contaminación del río Bogotá, se puede capturar la especie. De ahí la alerta por su alto grado de toxicidad”, asegura.
En cuanto a la calidad del agua, los científicos hallaron en el río Bogotá hidrocarburos totales de petróleo (específicamente de gasolina) en concentraciones de entre 7 y 14 partes por millón (ppm).
Las muestras del río Meta registraron entre 1,5 y 3,5 ppm, que, aunque es una cantidad menor, también supone un impacto ambiental. En este mismo río se detectaron trazas de glifosato.
Alteran su naturaleza
Un resultado adicional del estudio estableció que el pez capaz de la Represa Betania está cambiando sus hábitos naturales debido a la influencia de las explotaciones piscícolas comerciales instaladas en la zona.
Estos peces ahora tienen fácil acceso al alimento procesado de las tilapias, lo que las ceba en ese lugar y le impide seguir su fase reproductiva normal.
Según la hipótesis del grupo, el capaz accede a una dieta que no le corresponde, lo que lleva a un desbalance nutricional: el animal recibe proporciones inadecuadas de los diferentes nutrientes (grasas, proteínas y carbohidratos).
“Esto causa un efecto indeseable porque altera la condición natural de la especie y su ecología”, indica la zootecnista Liliana Rodríguez.
El médico veterinario Javier Borbón agrega: “encontramos que algunos hígados del capaz tienen una apariencia muy oscura y una aparición considerable de parásitos en las branquias”.
La investigación se complementará con una segunda fase que corroborará las evidencias científicas que demuestran la contaminación de los peces y las fuentes de agua. Será una herramienta fundamental para que las industrias les den un manejo más adecuado a sus procesos y residuos.
Por: Giovanni Clavijo Figueroa, Unimedios