Fuente: Agencia de Noticias de la Universidad Nacional de Colombia.
Bogotá D. C., sep. 07 de 2012 – Agencia de Noticias UN- Pese a no ser considerados residuos peligrosos, los desechos plásticos tienen efectos ambientales significativos que suelen pasar inadvertidos, pero que constituyen una problemática grave.
En Bogotá, no todos los residuos plásticos llegan al relleno distrital. Por eso, estos tienen diferentes impactos según su disposición final o sus procesos de recuperación. Una buena cantidad navega por fuentes hídricas, sin poder ser controlados, o quedan en las vías públicas y afectan la estética de la ciudad.
Alejandra Téllez Maldonado, en su trabajo de tesis en la Maestría en Ambiente y Desarrollo, elaboró un detallado análisis sobre la crítica situación debida a la contaminación por esta clase de productos, esenciales para la vida moderna. Asimismo, efectuó una revisión de las políticas públicas sobre el tema y evidenció que quedan grandes retos para adquirir una consciencia más ecológica al respecto.
La norma más reciente con respecto al uso de estos desechos es la del 17 de febrero de 2011. En esta se establece el programa de “Racionalización, reutilización y reciclaje de bolsas en el Distrito Capital”, mediante la Resolución 829. Esta consiste en la reducción paulatina del uso de bolsas plásticas en grandes superficies, centros comerciales y el sector comercial en general.
La magíster halló que, en el año 2005, la Unidad Ejecutiva de Servicios Públicos (UESP) —actualmente Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP)— y la Universidad de los Andes hicieron un estudio de caracterización y cuantificación de los materiales potencialmente reciclables presentes en los residuos sólidos de Bogotá.
En el estudio se estableció que, en 2004, llegaban diariamente 5.200 toneladas de basura al Relleno Sanitario Doña Juana (cifra que ha aumentado aproximadamente un 45% en seis años), de las cuales 3.588 (el 69%) correspondían al sector domiciliario.
Según los resultados, en ese año llegaron 950 toneladas de material potencialmente reciclable. El 45% (428 ton) correspondían a plásticos; el 23%, a papel y cartón; el 15%, a textiles; el 11%, a vidrio; y el 6%, a metales. De los plásticos que llegan al relleno, la mayor cantidad corresponde a PEAD (polietileno de alta densidad).
Cifras de Fenalco (citadas por la Secretaría Distrital de Ambiente en 2011) indican que, de las más de 6 mil toneladas de material que llegan a diario a dicho relleno, unas 840 toneladas son materiales plásticos, en su mayoría bolsas.
“Esto implica que el aumento habría sido de casi el doble de residuos plásticos que llegan al relleno en un poco más de cinco años. Las cifras no son exactas, tienen un margen de error. Sin embargo, hay una clara tendencia al crecimiento del consumo de este material y, por ende, a su desecho”, establece Téllez Maldonado.
Ante estas montañas de plástico, la administradora de empresas señala que las opciones más deseables son la minimización de residuos, la reutilización y el reciclaje. Lo menos deseable es la incineración.
“Es fundamental apostarle a una reducción en la fuente, desde el diseño del producto, que responda a criterios ambientales. El ecodiseño debe constituirse como un elemento integral de todo proceso de desarrollo de productos y no considerarlo simplemente un plus. Así como se esmeran en identificar al consumidor y sus deseos, los productores deberían empezar a vincular criterios de ciclo de vida. Es decir, no solo pensar en el proceso de fabricación y de venta al consumidor, sino también en qué pasa después y diseñar el proceso de desecho”, argumenta.
A diferencia de Bogotá, en otros lugares del mundo vieron necesario obligar a pagar para lograr desestimular el uso de bolsas plásticas: cobran por estas o las prohíben.
En Irlanda, por ejemplo, desde el 2002, se cobra el “PlasTax”, un impuesto de 15 céntimos de euro por bolsa, a excepción de las bolsas para empacar productos sin empaque y las bolsas reutilizables. El propósito era cambiar el comportamiento del consumidor mediante una solución de mercado. En efecto, esto logró la caída del 90% de consumo de estas bolsas, mientras que lo recaudado se usó en programas de reciclaje.
Alternativas de ese tipo se podrían aplicar en ciudades como Bogotá, en donde el uso de las canastas de fibra natural o las bolsas de papel quedaron en el olvido. Es deber de las entidades públicas incentivar campañas pedagógicas efectivas para cambiar los comportamientos de consumo de los capitalinos. Asimismo, deben nutrirse de los insumos que ofrece la academia, con trabajos como el de Téllez Maldonado, que contó con el apoyo de los profesores Federico Parra Hinojosa y Jairo Sánchez, investigadores del Instituto de Estudios Ambientales de la UN.