Fuente: Revista Arcadia.com
«Yo no creo que el ministro Cárdenas y su gobierno sean tan ignorantes como aparentan».
Por: Antonio Caballero
Publicado el: 2013-08-16
Es casi como si Egipto subastara las pirámides. A un gobierno islamista se le ocurriría, tal vez, demolerlas, pues son impías: se edificaron en honor de faraones que no creían en Alá. Así destruyeron los fanáticos talibanes de Afganistán, a cañonazos, los Budas colosales de Bamiyán, excavados y tallados en la roca viva: por heréticos. En Colombia, cuyos dirigentes solo adoran a Mammón, el demonio de la codicia, todo lo venden al mejor postor: el cielo, el mar, la tierra, el subsuelo…
Miren esta foto. Es la gigantesca represa del río Sogamoso, que construye la empresa estatal Isagén en Santander. En la parte de arriba, horadando con su cúspide el verde crespo de la montaña, una titánica pirámide escalonada de piedra como las que levantaban los antiguos mayas. Abajo y detrás, el muro de la represa, de casi doscientos metros de altura. Delante, taludes empinados, una anchísima rampa vertiginosa, unas compuertas colosales en el desaguadero. Esos puntitos como insectos que ustedes ven trepar por el zigzag de la pared de piedra son camiones. Una construcción de tales dimensiones no se había emprendido en este país desde cuando se alzó la fortaleza de San Felipe de Barajas para defender la ciudad de Cartagena de los ataques piratas, en el siglo XVI.
Pues esta maravilla está para la venta.
Más exactamente, está para la venta toda la gran empresa constructora y propietaria de esta represa, Isagén. Que es una de las poquísimas –tres o cuatro– empresas oficiales bien manejadas, que generan ganancias para el Estado y no han caído en manos de los politiqueros ni, con el pretexto de evitar que en ellas caigan, han sido feriadas a empresarios privados por los sucesivos gobiernos. Isagén es semejante a la gallina de los huevos de oro de la fábula de Esopo, que su dueño quiso degollar y despresar para comérsela de una sola sentada en vez de esperar pacientemente que pusiera su pequeño tesoro cada día. Se nota que el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, no ha leído las fábulas de Esopo. Tras Isagén se irá por el caño Ecopetrol. Y tras la bella represa de Hidrosogamoso –y tras la de Chingaza, y tras la del Guavio– se irá el propio San Felipe de Barajas, para que “los privados” monten un casino en su lugar, y le llegará el turno a la Catedral primada. ¿Acaso el arzobispo de Bogotá no intentó vender el Seminario Mayor para que una multinacional construyera un hotel? ¿Y no les han cedido ya a las grandes mineras buenas tajadas de los parques naturales?
Dice el ministro Cárdenas, en entrevista a Semana, que “el gobierno tiene que ser un buen regulador, pero no dueño”. Lo cual, en principio, es la sensatez misma. Pero en la realidad las cosas son de otra manera. En asuntos estratégicos de tan primordial importancia como es la generación de electricidad, no es prudente que el gobierno entregue al capital privado los bienes del Estado; queda en sus manos. El caso de Isagén es, de acuerdo, casi un milagro: pero no hay razón, salvo la codicia a corto plazo que distingue a los neoliberales, para feriar los milagros. Aunque no va uno a sorprenderse de que lo haga este gobierno que se ha dedicado a cambiar eternas fábricas de agua por pasajeras minas de oro. Y sin embargo el Ministro no vacila en rematar su pensamiento con una afirmación tan contraria a la verdad como esta:
—Colombia es un buen ejemplo de eso.
¿Colombia, ejemplo de buena regulación? Se nota que el ministro Cárdenas, que ni siquiera ha leído las fabulas de Esopo, tampoco ha oído hablar de las grandes empresas mineras que no solo se roban las regalías sino que ni siquiera pagan las multas, ni de las farmacéuticas que venden sus drogas a diez veces su precio, ni de las tarifas telefónicas que cobra el monopólico señor Carlos Slim. ¿De verdad cree el ministro que el gobierno colombiano, que ni siquiera es capaz, o no se atreve, de regular el cobro de impuestos a los negocios de chance de la “Gata” Enilce López, se va a atrever a ponerle trabas a la AES Corporation, que es la mayor distribuidora de energía de los Estados Unidos, o a la gigantesca Suez de Francia?
Yo no creo que el ministro Cárdenas y su gobierno sean tan ignorantes como aparentan. Tampoco creo que sean ingenuos. Son insensatos, pero la insensatez no es un delito. Debiera, sin embargo, ser motivo suficiente para que un juez los declarara en interdicción judicial, por incapaces.