Durante el primer año de su gobierno, la locomotora minera ocupó un lugar central en los discursos del presidente Juan Manuel Santos. Dos años y medio después, prácticamente no se encuentra rastro de ella. De protagonista de muchos de sus anuncios y objetivos económicos, pasó a ser un actor secundario y esporádico.
En medio de un fuerte bajonazo de imagen y del comienzo de la temporada electoral, muchas personas del sector minero creen que Santos está buscando sintonizarse con la opinión pública y que la minería -que ha sido fuertemente criticada en los últimos meses- podría ser la gran damnificada.
Aunque es muy temprano para ver si la bajada de perfil público del tema podría tener efectos en la explotación de minerales como el carbón, el oro o el níquel -una actividad que supone inversiones a largo plazo-, para muchos grandes mineros resulta evidente que el presidente estaría buscando evitar un impacto político negativo.
El impacto negativo del sector en la opinión pública durante los últimos meses parece haber enfriado la relación de Santos con una de sus cinco locomotoras de crecimiento económico. Si bien la minería ha generado tradicionalmente sentimientos fuertes entre la población, éstos se han venido intensificando con el accidente de una barcaza cargada de carbón de la Drummond, la fuerte movilización social en contra de la exploración de oro de Eco Oro -la antigua GreyStar- en el páramo de Santurbán, los rumores sobre la salida del país de la carbonera CCX del millonario brasilero Eike Batista (que ha dejado colgados de la brocha a pequeños empresarios en los municipios donde estaban previstas las inversiones), las huelgas en el Cerrejón y Prodeco, y la negociación de la prórroga al contrato de Cerro Matoso.
Hay varios indicios que sugieren que Santos podría estar buscando distanciarse -al menos en público- de la minería, en momentos en que se calienta la campaña política del 2014.
Como contó La Silla, el Presidente había sido invitado a inaugurar el segundo Congreso Anual del Sector de la Minería a Gran Escala hace dos semanas en Cartagena. Hace un año Santos pronunció el discurso de apertura del evento, pero esta vez optó por no asistir al encuentro que reúne a las 13 mayores empresas del sector, pese a encontrarse en la ciudad ese mismo día.
Prefirió inaugurar el Festival de Cine de Cartagena, aunque entre uno y otro evento no había sino algunas horas de diferencia y un par de kilómetros de distancia, del Hotel Hilton a la Plaza de la Aduana.
Santos sí envió un mensaje al evento. “La locomotora minera va a todo vapor”, decía su carta llena de un optimismo que el sector no parece compartir. Y que en realidad era un mensaje lleno de generalizaciones y ambigua a la hora de responder a algunas de las preocupaciones que le han planteado las mineras sobre temas como las dificultades con consulta previa y las CAR, las falta de unidad de criterios para las licencias ambientales y los proyectos de ley en curso en para aumentar su carga tributaria.
Ha sido, en todo caso, una de las pocas menciones que ha hecho Santos de la minería recientemente. Ya se ven lejanos los tiempos en que el presidente decía que “nadie puede negar que estamos en pleno ascenso minero y que vamos a buena velocidad”, sus palabras hace un año al inaugurar el Congreso del sector minero. O que “nunca antes en la historia contemporánea del país la minería se perfilaba como un instrumento tan importante del desarrollo”, como dijo al instalar el VII Congreso de Minería, Petróleo y Energía en mayo pasado.
No es sólo la desaparición de la minería del discurso de Santos la que preocupa al sector. Tampoco ha defendido, dicen, el papel económico de la minería en el desarrollo en los momentos en que lo hubiese requerido, como en el actual paro cafetero. El sector siente que el presidente no ha dado ninguna respuesta al reclamo de los caficultores de que la minería los está afectando.
A éstos se suman factores como el hecho de que el nuevo Código Minero, que el gobierno había dicho que sería presentado en esta legislatura, no resultó siendo prioritario para el Gobierno y de hecho el 11 de mayo se cumplen los dos años que le dio la Corte Constitucional para presentarlo y evitar que se puedan seguir sacando títulos mineros con la sola cédula. O el hecho de que pese a que instituciones como la recién creada Agencia Nacional de Licencias Ambientales (Anla) tenga ya cientos de funcionarios, el Ministerio del Interior no tenga empleados de planta para gestionar la consulta previa. O que el catastro minero siga siendo obsoleto.
Para muchas personas dentro del sector estos son claros indicios de que Santos ha decidido no jugarse el pellejo por la minería.
“Yo no creo que Santos esté dejando abandonado al sector, porque lo cierto es que lo dejó desde que subió a la Presidencia”, le dijo a La Silla una persona que conoce el gremio desde hace muchos años, quien pidió -como las demás personas consultadas para esta nota- no revelar su nombre por la sensibilidad del tema.
“En ningún momento hubo una línea clara del Estado coordinando a las diferentes instituciones y diciéndoles ‘esto es lo que tenemos que hacer’. Y cuando no tienes al líder sentando a sus colaboradores y diciéndoles ‘Vamos todos a caminar en esta dirección’, cada uno va haciéndolo por su lado. Nunca hubo una decisión de apoyarla ni una política para hacerlo”, añade.
“Son signos de la indiferencia que acompaña a la minería. Puede haber un distanciamiento mayor en este momento, pero el discurso de la locomotora y la locomotora van por diferentes lados. No hay una defensa clara, neta y nítida de la minería ni una estabilidad institucional, que es la que garantiza la continuidad de una industria”, le dijo a La Silla otra persona del sector.
El problema, para el sector, es que el gobierno tiene claro que la minería puede servir para generar los recursos para inversión en áreas como infraestructura o para generar empleo y sobre todo encadenamientos productivos, pero la ausencia de una visión a largo plazo impide llevarlo a cabo.
“No hay un plan de ordenamiento minero que diga que de aquí a 2040 vamos a explotar esto y esto en esta secuencia y que contemple que así vamos a trabajar el tema de seguridad alimentaria y el del cuidado del agua”, le dijo a La Silla otro ejecutivo del sector. “Como no existe, cada vez que hay un problema aumenta el costo político y se deja colgado al inversionista».
Para muchos dentro del sector, la alta rotación de funcionarios claves ha impedido que la nueva institucionalidad funcione con la eficacia que debería, a pesar de que ven con buenos ojos su diseño y los perfiles de quienes están a cargo de guiarla. “Pero es imposible en un tema tan complejo como la minería -por más capaz que seas- conocer el sector en un año, desarrollar unos planes y ejecutarlos”, dice uno de ellos. “Tanto el sector minero como el petrolero sienten que hay desorden, falta de dirección y que nos han dejado en la intemperie”.
Y además sienten que esa defensa de la minería ha desaparecido en momentos en que sobre el sector llueven críticas desde todos los frentes. “Seguramente hay un cambio de grado en el desinterés o el temor, porque este gobierno se quita de encima todos los temas que se le vuelven un chicharrón. La reforma educativa se volvió un chicharrón y la quitaron. Con la reforma a la justicia, sucedió lo mismo. Sólo se presta atención donde hay ruido. Tal vez sólo la paz es el único tema en que se la ha jugado este gobierno”, dijo otra persona.
Para el Gobierno estas preocupaciones son circunstanciales y no revelan ningún cambio de opinión del presidente Santos en torno al papel de la minería. “El presidente ha expresado en reiteradas ocasiones que está decidido a apoyar la minería que necesita el país, siempre y cuando sea social y ambientalmente responsable”, le dijo a La Silla el Ministro de Minas Federico Renjifo, quien añadió que precisamente están trabajando en un plan minero.
“Nunca antes había habido un gobierno que expresara con tanta convicción su confianza en el sector y en crear la estabilidad jurídica que impulse su desarrollo. No había habido antes tanto presupuesto para información geológica, que beneficia al sector, ni esta nueva institucionalidad para gestionar la actividad minera”, dice Renjifo.
Un cambio de rumbo de Santos podría estar parcialmente anclado en una realidad económica. Si bien la minería (oro, carbón y níquel) aportó en 2011 el 2,4 por ciento del PIB y el 23 por ciento de las exportaciones colombianas, representa apenas una cuarta parte de los 2,04 billones de pesos de regalías que recibió el país el año pasado.
La gran tajada de las regalías en Colombia -tres cuartas partes- proviene del sector de hidrocarburos (petróleo y el gas natural), que tiene una huella (footprint) o impacto mucho menor que la minería. Y que resulta menos controversial para buena parte de la opinión pública.
A eso se suman otros factores que han reducido el optimismo en el sector, como la caída en los precios de materias primas como el carbón o el níquel, la desaceleración de un cliente clave como China, la crisis de la deuda soberana en Europa y, sobre todo, el auge del shale gas -encontrado en las rocas de esquisto– como fuente alternativa de combustible en Estados Unidos.
En el fondo, el problema -visto por el sector minero- es que ve que las decisiones no se están tomando a varios años, sino de manera coyuntural. “La minería es una actividad de dos generaciones, por lo que el cálculo político no puede ser de corto plazo”, dice uno de ellos.